Tres episodios curiosos del fútbol chileno​

De vez en cuando, como en los demás ámbitos de la vida, el fútbol es testigo presencial de situaciones curiosas que afectan a jugadores o que impactan el desarrollo de partidos. Un ejemplo de ello es una historia que nos envió, hace poco, el lector de HDF, Álvaro Ruiz, quien vive en la hermosa ciudad de Viña del Mar. Dejemos que el mismo lo cuente.  

“El año 1985 jugó en Everton un futbolista argentino llamado Jorge Raúl Cabrera, de casi inadvertido paso por el club. Lo más llamativo de este jugador sucedió fuera del fútbol. Resulta que un día, después del entrenamiento, Cabrera iba caminando por las inmediaciones de la Laguna Sausalito (a un costado del estadio), cuando, de pronto, se dio cuenta que una persona se estaba ahogando. Rápidamente el argentino atinó y se metió al agua para salvar al desesperado bañista, el que gracias a su pronta ayuda pudo escapar de la muerte. La historia salió, no estoy seguro, si en el Diario La Estrella o El Mercurio de la época”.

Mucho tiempo antes, por allá por fines de los años 30, el arquero de Audax Italiano, Humberto “Rucio” Roa jugaba contra Colo Colo en el viejo estadio de Carabineros. Cuando iban casi veinte minutos del encuentro el meta audino tuvo un fuerte cruce con el delantero albo Schneberger, recibiendo un fuerte golpe en la cabeza, que lo dejó visiblemente aturdido. Tras algunos minutos, Roa se reincorporó y volvió a su portería, aunque el comentario general en las tribunas era que el golero no estaba repuesto del todo. Lo cierto es que el “Rucio” estuvo grogui gran parte del match, aunque nadie se dio cuenta, ya que muchos pensaron que con el correr de los minutos se había recuperado.
Al final del partido, cuando los jugadores abandonaban la cancha, algunos notaron que Roa seguía jugando el partido solo, por lo que no faltaron los más piadosos que lo fueron a buscar y se lo llevaron  a los camarines.

Finalmente, a fines de los 80, se disputaba un partido entre Universidad Católica y Magallanes, en el Estadio San Carlos de Apoquindo, cuando por los parlantes se escuchó la voz estereofónica del locutor que decía: “Se ruega al conductor del auto Subarú, patente FZ 1779, acudir a su vehículo, porque dejó el motor andando y con las llaves puestas”. Las risas entre los espectadores fueron generalizadas, nadie lo podía creer. ¿Qué había pasado? el despistado hincha católico venía atrasado al estadio y justo cuando iba entrando a los estacionamientos sintió que la UC metía el primer gol, por lo que, literalmente, salió corriendo, presa de la más intensa emoción. Tanta que casi regaló su auto. /HDF