La “Masacre de Santa Clara”, en 2016​

El calor y la humedad ambiente en el Levi’s Stadium de Santa Clara (San Francisco) ese 18 de junio de 2016 parecía ya bajar algo en intensidad, algo ideal para que las más de 70 mil personas en el estadio pudiesen disfrutar del mejor fútbol. Es que el panorama se veía bueno, ya que por los cuartos del final de la Copa América Centenario se enfrentaban las selecciones de Chile y México. Los aztecas llegaban invictos (triunfos sobre  Uruguay y Jamaica, y empate ante Venezuela) por lo que estaban confiados en sacar un buen resultado. Además, ya habían vencido semanas atrás a Chile, por la cuenta mínima, en un match de preparación y estaban conscientes de que casi todo el estadio los apoyaría, porque miles de mexicanos se habían trasladado a esta ciudad para ver al “Tri”.

Y en la vereda contraria la Roja arribaba a este duelo con una mezcla de sensaciones. Se había perdido justificadamente con Argentina en el debut, luego el equipo tuvo que extremar esfuerzos para doblegar a una porfiada selección boliviana; y en el último encuentro, se había vencido a Panamá, pero con algunas dificultades. En todo caso, en el cuadro chileno había una fe interna intacta, ya que esta generación siempre  jugaba bien este tipo de torneos. 

Ya desde que Heber Lopes, de Brasil, pitó el inicio del partido se pudo apreciar que chile tendría una buena tarde. Movilidad incesante, pelota a ras de piso, gran recuperación de pelotas y vértigo en el juego, todas facetas que se plasmaron, a sangre y fuego, desde los años de Bielsa. Por su parte, la selección de México se veía desorientada, le costaba seguir el ritmo de los chilenos y lo peor es que no tenía el balón. Así las cosas, a los 12 Puch encendió las alarmas en un desborde por la derecha. y a los 15 vino la primera explosión. Sanchez recibió por derecha y se la pasó a Aránguiz, quien retrasó para que Díaz, rematara al arco. El potente disparo hizo que Ochoa manoteara y, por suerte, le quedó a Puch, que convirtió con derecha. Se hacía justicia, porque, a esa altura, era más Chile.

Tras la apertura de la cuenta el “Tri” tuvo un amago de reacción, pero sus aproximaciones a la portería de Bravo siempre eran desordenadas y bien controladas por la zaga roja. En cambio, cada vez que Chile tomaba la pelota generaba verticalidad y peligro, lo que tenía mudos a los miles de mexicanos que masticaban el enojo y la frustración desde las tribunas. Incluso el segundo pudo llegar en los 35 tras brillante triangulación chilena que Vargas finiquitó en la boca del arco, pero el juez de línea sancionó fuera de juego. 

La presión chilena tendría su premio nuevamente a los 43 minutos. Bonsejeur de gran partido, la cedió por el lado izquierdo a Alexis que enfrentó a dos defensores aztecas cerca de la línea, habilitando con un preciso pase a Vargas, que se deshizo de su marca y convirtió en las barbas de Ochoa. Así terminó la primera etapa, con un sólido Chile que fue superior en todas las líneas a su rival, que tenía serias dificultades para encontrarle una vuelta al partido- 

El mejor segundo tiempo en muchos, pero muchos años

A la vuelta de camarines, Chile ya le había sacado la foto a los mexicanos, había que seguir jugando de la misma forma, así la victoria estaría a la vuelta de la esquina. Afortunadamente todo se facilitó con el tercer gol chileno, a los 49, tras una magistral doble pared entre Vidal y Sanchez, que éste último terminó con un derechazo desde casi el punto penal. Ese tanto fue letal para los mexicanos, ya que minó gran parte de la confianza que ellos tenían en sus propias posibilidades. Y de paso, agrandó la propia fe de la Roja que, a partir de ahí, copó toda la cancha con un juego de altísima factura. 

A los 52 se produjo un gran corrida de Vargas por el sector izquierdo que dejó a contramarcha a la defensa azteca y el delantero chileno culminó la jugada con un suave toque sobre la izquierda del Memo Ochoa. Era el 4×0 y faltaba todavía mucho partido. De hecho, sólo cinco minutos después  Alexis cedió para Bonsejeur en área rival, éste ganó linea de fondo y centró al medio para que Eduardo Vargas fulminara a Ochoa. A esa altura Chile era una máquina furiosa de buen fútbol y el “Tri” parecía un equipo novato que sólo servía de sparring.. 

Con el 5×0 en el marcador vino algo de calma para México, que era un equipo abúlico y apabullado, donde ya no quedaba nada de intención de juego. Aún así los norteamericanos tuvieron un par de buenas ocasiones, pero carentes de finiquito. Ahora, aunque Chile bajó un poco el ritmo pudo haber llegado al sexto tanto fácilmente, tras dos claras llegadas de Vidal. Sin embargo la tarde era entera roja en Santa Clara, ya que a los 73 minutos Vargas anotaba el 6×0 y quinto personal en una jugada increíble en que disparó casi sin ángulo, después de una brillante acción de Mark González por la izquierda y un rebote de Puch.

Era increíble, todavía faltaban casi veinte minutos de juego y ya la contienda había perdido sentido, además la humillación hacia los mexicanos era cruel y despiadada, ya que desde las tribunas sus mismos hinchas gritaban “olé” cada vez que Chile tocaba el balón. Las caras en la banca azteca eran de incredulidad, verguenza y tristeza, lo único que querían era salir corriendo del estadio y acabar con esa pesadilla. Pero aún faltaba más, ya que el séptimo tanto chileno llegaría a los 87, después de la enésima jugada colectiva entre la sociedad Vidal & Sanchez, que concreto Edson Puch, con una suave derecha sobre el portero.   

Cuando el encuentro terminó la alegría chilena era indescriptible, se había consumado uno de los mejores partidos en la historia de la Roja. Juego brillante, sin fallas y con una letalidad inédita. El resultado había limado todas las pequeñas fallas de partidos anteriores, lo que permitía enfrentar con renovada fe los próximos duelos de la copa. Quizá este partido, que pasó a llamarse la “Masacre de Santa Clara” fue el impulso anímico y futbolístico que le permitió a la Roja vencer después a Colombia y Argentina, para quedarse con la dorada Copa América Centenario. /HDF jma