Transcurría mediados de 1988 y las cosas no estaban tranquilas en Colo Colo, ya que luego de nueve fechas jugadas del campeonato nacional los albos marchaban colistas con 4 puntos y, aún peor, todavía no ganaban un solo partido. La crisis estaba instalada y la hinchada comenzaba a perder la paciencia. Entre las causas que se atribuían a la magra campaña del cacique estaban las dificultades para parar un equipo titular, el relajo que supuso haber ganado el torneo de apertura, la ruptura con la parcialidad colocolina y una línea futbolística muy predecible y demasiado conocida por los rivales. El técnico Arturo Salah luchaba contra las críticas y la presión que cada fin de semana se volvía más y más insostenible. Aún así, confiaba en salir de la mala racha y que las nuevas incorporaciones extranjeras (Morón, Barticcioto y Dabrowsky) le dieran nuevos bríos al equipo, para poder sortear el mal momento.
Aunque el desempeño del equipo mejoró algo en el resto de las 21 fechas siguientes el amargo y débil comienzo sepultó las posibilidades de los albos, que terminaron ese año en el sexto lugar de la tabla, con 31 puntos (nueve menos que el campeón Cobreloa) y sólo un 50 por ciento de rendimiento. /HDF