5 de enero de 1962, en un lleno y expectante Estadio Nacional las universidades juegan el segundo y decisivo partido de definición por el título 1961 (en el primero igualaron a uno). Faltan poco más de tres minutos para que juez argentino Luis Ventre finalice el encuentro y cómo están empatados a dos lo más probable es que deba jugarse un alargue de 30 minutos adicionales. Algo que al público no le molesta para nada, ya que el duelo ha sido tan intenso y emocionante que nadie quiere que termine. En eso, el cruzado Juan Nakwacki toma la pelota en la mitad del campo y avanza, a paso endemoniado, hacia el arco de la U, ante la desesperación de los azules que corren para detenerlo. El que está más cerca del católico es Donoso, quien al no poder quitarle el balón le comete evidente falta. Todos los jugadores miran hacia el árbitro y el estadio entero se paraliza, ante lo que podría ser el final de una jornada memorable. Segundos después, el referí indica el punto penal, lo que provoca la desazón entre los chunchos y un estallido de alegría en las de la franja.
En el arco se prepara el meta René Pacheco y frente a él hace lo mismo Alberto Fouilloux. Son instantes de nervio, emoción e incertidumbre, de hecho no vuela una mosca en el recinto de Ñuñoa. Muchos se tapan los ojos, ya que no se aguantan la ansiedad, es que en ese penal puede estar la gloria del título o, en su defecto (para la U) la opción de seguir batallando por otra media hora. Hasta que suena el pitazo del árbitro y “Tito” Fouilloux toma carrera y le pega un zapatazo con toda el alma, que aparentemente es gol. Algunos dudan por centésimas de segundo, en una escalofriante confusión, porque la pelota se devolvió con fuerza hacia la cancha, Los de la U ruegan que sea el palo y los de la UC no quieren mirar. Finalmente el referí con la ayuda del guarda línea validan el tanto, ya que el fuerte disparo de atacante católico había entrado para luego pegar en el fierro que sostenía la red, lo que confundió a muchos.
Ya todo está consumado y el “ceatolei….” se escucha por los cuatro costados del Nacional, mientras los jugadores de ambos equipos se saludan con desbordada emoción por el gran duelo que han disputado. Es que nadie hubiese imaginado que ese bendito penal terminaría valiendo un título. HDF/chispita