El partido de la ira y el descontrol, en San Felipe​

19 de septiembre de 1989, se jugaba la fecha 15 del torneo de primera división y Unión San Felipe recibía en su estadio al campeón vigente, Cobreloa. Era una soleada tarde de primavera y los poco más de seis mil personas estaban conformes con lo exhibido de partido cuando ya se completaba la primera media hora. Hasta ese momento el cuadro naranja era claro dominador del duelo, de hecho, gracias a su potente mediocampo (conformado por García, Covarrubias y Trobbiani) copaba todo el campo de juego y causaba mucho daño a la defensa local. Por eso a nadie extrañaba que el marcador indicara una ventaja de 2 x 0 a favor de los mineros, producto de anotaciones de Muñóz y Covarrubias. 

Pocos minutos después, se produjo la primera ación violenta del encuentro, y que ayudaría a prender la mecha para los graves sucesos posteriores. Fue un fuerte encontrón entre el delantero local Bernal y Eduardo “Mocho” Gómez, en que el primero salió muy damnificado, tanto que tuvo abandonar la cancha. Esa fuerte infracción, más la impotencia de los futbolistas sanfelipeños, al verse totalmente superados en la cancha, fueron encendiendo los ánimos  en el cuadro del Aconcagua y preparando el ambiente para lo que vendría. 

El otro partido
Todo se detonó en el minuto 41, cuando en un veloz y profundo ataque de Cobreloa Alvarez enfrentó al portero Tapia y este llegó unos segundos tarde, al intentar trabar la pelota, lo que provocó una aparatosa caída del atacante naranja. El juez, Carlos Robles, no dudó un instante y señaló el punto penal, motivando los airados reclamos de los jugadores de Unión San Felipe, que alegaban simulación de Alvarez. Producto de los excesivos reclamos, el árbitro expulsó a González y Valencia del “Uni Uni”, desatando el enojo de los forofos locales que comenzaron a tirar objetos al campo de juego.. Pese a todo,  instantes después Trobbiani se puso frente al balón y marcó el 3 x 0, desde los doce pasos. 

Pero ese otro partido estaba recién comenzando, ya que a dos minutos de reanudadas las acciones vino otro ataque loíno y esta vez el defensa Eduardo Soto cometió clara mano en el área. Robles nuevamente no dudó y sentenció la pena máxima, lo que desató aún más ira entre los futbolistas locales, que se fueron encima del referí, el que se vio envuelto en forcejeos, gritos e insultos. Al mismo tiempo, el técnico de San Felipe, Gustavo Cortés, corrió al centro de la cancha para calmar a sus jugadores, pero cayó fulminado por un proyectil lanzado desde la galería. Y para colmo, uno de los jueces de línea también sufrió el impacto de un objeto contundente, que lo dejó literalmente tendido en el piso. La situación era descontrolada y los insultos de los jugadores de San Felipe ya comenzaban a transformarse en agresiones, lo que motivó tres expulsiones mas (Tapia, Garcés y Figueroa). Ahí se acabó el partido, ya que el reglamento señala que no se puede seguir jugando si uno de los equipos tiene menos de siete elementos en cancha. 

El escándalo siguió fuera de la cancha
La abrupta suspensión del match encendió aún más la rabia y molestia entre los hinchas locales que inmediatamente las emprendieron, a pedradas, contra el vehículo que transportaba a los árbitros, los que tuvieron que ser sacados en un furgón policial, hacia las afueras de la ciudad, dada la situación de violencia descontrolada que había en el estadio. Eran cientos los enardecidos fanáticos que estaban apostados en las puertas del recinto deportivo y que ya estaban comenzando a generar importantes desórdenes. Por eso, Carabineros comenzó a lanzar bombas lacrimógenas, con el propósito de dispersar la manifestación. Lamentablemente una de los artefactos disuasivos impactó en una mujer que estaba en el lugar, la que tuvo que ser llevada al hospital para ser atendida.
​En todo esto derivó un simple partido de fútbol, para no creerlo. Sin duda, una triste jornada en San Felipe, en la que el juego  desafortunadamente  pasó a segundo plano. 
HDF/jma