El día que la Roja “se colgó del travesaño” en Wembley​

El desafío amistoso de Chile e Inglaterra, por la Copa Sir Stanley Rous, ese 23 de mayo de 1989, era no menor. La selección nacional venía recién afinando sus piezas, de cara a los partidos eliminatorios con Brasil y Venezuela; mientras que los ingleses poseían un equipo aceitado en todas su líneas, con bastante rodaje de partidos y, además, con una de las mejores generaciones de su historia (con nombres como Shilton, Robson, Gascoigne, Waddle y Fashan). Más encima era el debut oficial de la Roja en el pasto sagrado del mítico Estadio de Wembley, que ese día registraba una de las asistencias más bajas de su historia, con poco más de 15 mil personas en las tribunas.

Por lo anterior la apuesta táctica del estratega chileno, Orlando Aravena, se notó apenas se movió la pelota en el círculo central. Defender, defender y defender, para así contener el vendaval de los británicos, en ojos del entrenador nacional, un equipo ampliamente superior al nuestro. Así las cosas, el elenco criollo se dedicó a cortar jugadas y a aguantar con todo, con su dupla de zagueros compuesta por Fernando Astengo y Hugo González. Y cuando tuvo la pelota, su única intención fue rotarla con parsimonia, casi en círculos, con escasa proyección ofensiva, a excepción de un tiro alto de Juan Covarrubias y un globito de Osvaldo Hurtado, que sacó al tiro de esquina Shilton.  En cambio, para los europeos el reto de Chile fue sorpresivo, ellos esperaban un equipo abierto y sin tanta disciplina táctica, por lo que tuvieron que esmerarse para romper los cercos defensivos de Chile, vía el desdoblamiento de los laterales y la calidad individual de Waddle, Gacoigne y Fashanu.  Pero cuando lo lograron, se encontraban con la figura gigante de Roberto Rojas, que en los primeros 45 minutos salvó varias jugadas claras, incluyendo dos taponazos de Gascoigne que eran goles seguros.  

En la segunda etapa se repitió con calco la dinámica de ambos elencos, con una Inglaterra volcada en campo chileno y con una Roja literalmente “colgada del travesaño” y tratando de frenar como se pudiese las embestidas británicas. La impericia del local, pero, por sobre todo, la genialidad de Roberto Rojas impidieron que el cuadro blanco se inscribiera con una goleada histórica. Hubo cuatro salvadas del arquero chileno casi para enmarcarlas, ocasiones que son gol en cualquier partido, pero que solo el “Cóndor” era capaz de evitar.  De Chile, por su parte, hubo sólo una clara, cuando se juntaron Jaime Vera y Hugo Rubio, en la que el “Pájaro” ganó en velocidad y llegó hasta las barbas de Shilton, pero su remate rasante se fue mordiendo el palo. 

De esa manera, el tiempo fue pasando y no hubo caso de romper el cero. El duelo terminó con los ingleses ofuscados que se fueron sin despedirse, y una selección chilena que se abrazaba casi como si hubiesen ganado el encuentro.  El cerco defensivo había funcionado a la perfección, aunque la forma de enfrentar el partido sería “manjar para los bigotes” de los críticos de siempre, que se burlaron de la estrategia ultra defensiva de Orlando Aravena.  /HDF