Carlos “Zorro” Vidal, el cerebro del juego​

Figura emblemática de nuestro fútbol en los años 30, se lo peleaban los grandes de esa época, aunque también brilló en la selección nacional, sobre todo en el primer mundial de la historia.

Lo cuenta el recordado periodista penquista Francisco Willson, “sería a mediados de los años 20 cuando vino de Schwager un cabrito que jugaba de wing derecho, usaba un gorrito negro y se caracterizaba por correr agachado. Era ladino y escurridizo, por lo que lo bautizamos como Zorro”. En esos años nuestro protagonista (nacido en Valdivia, pero criado en la zona del carbón) jugaba por el Marcos Serrano de Schwager, donde muy tempranamente destacó por sus habilidades futbolísticas: era calladito, pero sobresalía por su viveza, gran capacidad para conquistar el balón y endiabladas fintas para burlar al adversario.

Ya en 1929, llegaría el minuto de gloria para Vidal, ya que ese año la poderosa selección penquista disputó la final del antiguo campeonato nacional con el combinado de Santiago. En el duelo, jugado en los Campos Sport de Ñuñoa, los sureños aplastaron a los capitalinos por 7 a 3, con gran actuación del “Zorro”, que deleitó al público y también a los busca talentos del incipiente fútbol semi profesional chileno. Ya en esos años Carlos había migrado de puesto, de wing a insider, ya que como el mismo lo contaba en las entrevistas: “una tarde, cuando era wing, me tocó un insider que nunca me soltó la pelota, por lo que desde ese minuto decidí mudarme a esa posición, ya que no quería depender de nadie. Entraría a la cancha a jugar y a buscar/distribuir el balón”.

Su paso a Colo Colo, la consolidación  y el Mundial de 1930
Tanto gustó el rendimiento y la calidad de Vidal en Santiago que muy pronto comenzaron a llover las ofertas. Y la que más le gustó fue la de Colo Colo, que en esos tiempos tenía un elenco de lujo, lo que lo convertía en el amo y señor de las canchas nacionales. “Fue el mejor equipo que integré en mi carrera futbolística” reconoció Vidal ya después del retiro. En realidad era casi una selección nacional ese “team” de los albos con figuras como Roberto Cortéz, Arturo Torres, Guillermo Saavedra, Eduardo Schneeberger, y Guiilermo “Chato” Subiabre, entre otros. “Eramos imbatibles, de hecho estuvimos casi dos años invictos, hasta que perdimos con Independiente de Argentina”, recordaba el “Zorro”.

El rápido acople de Vidal en el equipo fue perfecto, lo que ayudó a que en cosa de semanas comenzara a desplegar toda su habilidad como jugador de fútbol: rápido para quitar y entregar, destreza para filtrarse en las defensas contrarias y gran capacidad para defender el balón. Un jugador incansable, que juega retrasado, haciendo de nexo entre la defensa y el ataque, pero que, además, dirige la línea y mueve-ordena el ataque.

Su gran rendimiento en el Colo Colo 1930 lo pusieron claramente como puesto fijo en la selección que se preparaba para asistir a Montevideo, con ocasión del primer campeonato mundial de fútbol. Y la verdad es que Vidal no defraudó, de hecho jugó bien en los tres partidos disputados por Chile (victoria ante México y Francia, y derrota ante Argentina). Y de paso quedó en la historia del fútbol nacional y mundial, ya que convirtió el primer gol chileno en estos certámenes y también fue autor del primer penal perdido en la historia de las copas del mundo.

A esa altura Vidal no sólo sobresalía como futbolista, sino también como persona. Destacaban su honradez, rectitud y gran espíritu profesional. Era el primero en estar entrenando, jamás faltaba a una convocatoria y su comportamiento en la cancha era siempre ejemplar. Para él el fútbol era más que despliegue de energía y desarrollo del físico. Se trataba, más bien, de un juego táctico donde lo cerebral hacía la diferencia.

El idilio con el cacique, sin embargo, duraría sólo hasta el año 1932, ya que preso por la nostalgia de su tierra, Carlos Vidal decidió regresar a su Schwager querido, donde estuvo un año entre entrenando y jugando en los equipos de la zona, pero además trabajando como contratista de la compañía carbonífera, lo que le permitió siempre un buen pasar económico.

Segunda etapa en Santiago
En 1933 el “Zorro” fue nuevamente tentado por las “grúas de Santiago”, esta vez fue el Audax Italiano quien tomó la delantera y la oferta era tentadora, ya que se anunciaba la creación de la primera liga profesional chilena. Cuento corto, el “Zorro” empacó sus cosas y enfiló hacia la capital. Sin embargo no sería el primer torneo nacional lo más relevante de su paso por el Audax, sino -más bien- su participación en la espectacular gira que los verdes hicieron ese año por gran parte de América. En total fueron 10 meses de viaje por más de ocho países (Estados Unidos, México, Costa Rica, Cuba y Perú, entre otros), donde jugaron 65 partidos. Lo más destacable es que se ganaron 56 duelos, en los cuales Vidal siempre fue el motor del equipo.

Al año siguiente, surgió una oferta irresistible, que lo llevó a cambiar nuevamente de camiseta. Esta vez fue el equipo de los “Aguerridos” (Magallanes), el que movió montañas para quedarse con Vidal. Incluso hizo la propuesta económica más alta de la época por un jugador de fútbol: $17.000. Obviamente Carlos aceptó y se enroló en la “academia”. Esa temporada el cuadro albiceleste ganó su segundo título consecutivo de forma impecable, apena cediendo un punto. Y aunque Vidal juegó apenas tres de los 11 duelos, alcanzó a anotarse con dos goles, dejando clara su valía en un equipo que ya venía afiatado desde el año anterior, con figuras como Ibacache, Torres, Vargas, Carmona, Avendaño y Ogaz, entre otros.

Pero es en 1935 cuando Carlos Vidal mostró toda su madurez y sello dentro de la cancha. Esa temporada jugó ocho de los 10 partidos del torneo oficial y se convirtió en uno de los baluartes del equipo que, en forma sufrida, logró el tercer título en línea para Magallanes (el campeonato se decidió por “secretaría”, un mes después de finalizado, quedando Magallanes un punto arriba de Audax Italiano). Ese logro llenó de satisfacción a Carlos que vio cumplido su sueño de ser campeón como protagonista central del equipo.

Pero al año siguiente, ya el “Zorro” tenía el convencimiento de que la tarea estaba cumplida, por lo que a mediados de la temporada anunció su regreso definitivo a la zona del carbón, ante la sorpresa de los magallánicos que no entendían su decisión. Vidal se alejaría del club poco antes del término del torneo, lo que coincidió con la pérdida de puntos claves en la lucha por el título, que finalmente quedó en manos de Audax Italiano.

Regreso definitivo
A fines de 1936 el “Zorro” ya estaba instalado nuevamente en sus queridas tierras lotinas, y gracias a su capacidad de ahorro y mentalidad previsora contaba con un muy buen pasar económico. Después de eso, no faltaron las ofertas para volver a la capital, es más cada cierto tiempo desfilaban los emisarios que trataban de convencerlo, pero el “Zorro” siempre dijo que no.

En los años siguientes fue jugador y DT del “Coquimbo” de Penco y también figuró en todas las selecciones penquistas que disputaban el antiguo campeonato nacional. Incluso, todavía a los 42 años seguía jugando, lo que combinaba con las labores de formador de jugadores jóvenes y director técnico de algunos cuadros de la zona, como el club Universitario de la Universidad de Concepción.
​Su vida se apagó el 7 de junio de 1982, en Penco, transformándose, hasta el día de hoy, en una de las leyendas del fútbol penquista y chileno. HDF/JMA