Roberto Cortés o el “Viejo”, como lo llamaba la afición, por su precoz calvicie, se hizo conocido a raíz de esa notable selección de la Zona Norte formada en 1926, con motivo de la búsqueda de jugadores, con miras al campeonato sudamericano que se jugaría en Chile. Gracias a sus sólidas presentaciones, en las cuales destacaron su buen juego aéreo y seguridad, el portero iquiqueño fue nominado dentro de la lista final de futbolistas que se concentró, por varias semanas, en el antiguo Estadio El Llano.

Pero fue un partido, en particular, el que elevó a figura a Cortés y que le aseguró la titularidad en el arco de los “Cóndores Blancos”. Fue en el segundo match del antiguo torneo continental, cuando Chile enfrentó a los campeones olímpicos de Uruguay, que eran -en esos tiempos- los mejores del mundo (en el primer duelo con Bolivia jugó Carlos Hill). En ese encuentro, disputado en Los Campos Sports de Ñuñoa, literalmente no cabía un alfiler, ya que los fanáticos chilenos estaban ansiosos de presenciar a la poderosa escuadra oriental. Sin embargo, al final del partido los miles de espectadores terminaron rindiéndose ante la portentosa actuación del “Viejo Cortés”, que jugó uno de los mejores partidos de su vida. Fue realmente emocionante la presentación del portero chileno que cortaba centros; volaba, de palo a palo; achicaba magistralmente a los delanteros que venían solos, a su arco; y salvaba goles casi cantados. Los monstruos uruguayos Nazazi y Scarone no podrían creer lo que presenciaban, es más éste último tras un zapatazo embolsado por Cortés, sólo atinó a abrazarlo y darle un beso en la pelada. El marcador final fue 3 x 1 a favor de los uruguayos, pero pudieron ser 10 fácilmente, de no ser por el “Viejo”.
Tras esa monumental actuación Roberto siguió jugando a gran nivel, tanto en el empate ante Argentina, como en la goleada frente a los paraguayos. Estas actuaciones llevaron a los dirigentes de Colo Colo a poner atención en el guardapalos, lo que posteriormente se transformó en un acuerdo formal. Así, Cortés se transformó en el nuevo meta del cacique, club con el cual tendría la suerte de ser parte de la extensa gira por Europa, en los primeros meses de 1927.
Fue así como el “Viejo” tuvo la fortuna de jugar ante linajudos rivales, y de defender con clase la valla colocolina en la numerosa serie de partidos que disputaron los albos en ese periplo. Una experiencia que, también lo tuvo como testigo presencial de la desgraciada muerte del capitán David Arellano, que enlutó a todo el país y que marcó para siempre a toda esa delegación.
Dos años después, en 1928, Cortés formó parte de otra gira europea, esta vez con motivo de la participación de la selección chilena de fútbol en las Olimpiadas de Amsterdam. Aunque en esa oportunidad fue arquero reserva de Juan Ibacache, su eterno rival en la portería del equipo de todos.
Actuación en el Mundial 1930
Durante los preparativos de Chile, antes de viajar a Montevideo (estaban concentrados en la Escuela de Carabineros), Roberto Cortés le ganó la titularidad, en base a esfuerzo y calidad, a otro gran arquero como Cesar Espinoza, quien defendía a Santiago Wanderers. Cuentan que en los entrenamientos de la selección para la cita mundialista era tanta la sana rivalidad entre los dos porteros que ambos se jugaban la vida en todos las prácticas, causando el asombro y admiración del resto de los futbolistas. Finalmente, Cortés se quedó con el puesto y la verdad es que justificó con creces la decisión del técnico húngaro Jorge Orth.
En los dos primeros lances (victorias ante México y Francia) Cortés se alzó con la valla invicta, lo que lo llenó de orgullo. Es que pesaba su experiencia, algo que se notó en el primer duelo con los aztecas, cuando algunos jugadores estaban nerviosos, porque nunca habían jugado un partido internacional y ante tanto público. En esos instantes el “Viejo” puso la voz de tranquilidad y apoyo, para transmitirles confianza a sus jóvenes compañeros. Y cuando los mexicanos llegaron con peligro a su área siempre se le vio rápido en reflejos y muy seguro con sus manos, aunque en una lo salvó el horizontal.
Con los galos, en cambio, tuvo más trabajo, apenas iniciado el encuentro, tapándole un tiro bajo a Villaplane; atajando con calidad, tras carga de Pinel y mostrando toda su destreza en varias otros ataques franceses. Tras los 45 iniciales, Cortés ya era una de las figuras de Chile, lo que despertó la admiración del público y la felicitación de sus propios compañeros. En el segundo tiempo no tendría gran trabajo, pero su seguridad irradió confianza en la última línea chilena.
En el tercer partido, derrota ante argentina, el “Viejo Cortés” parecía repetir su regularidad bajo los tres palos, lo que quedó refrendado al frenar un veloz ataque de Peucelle, a poco de iniciarse el match. Sin embargo, algunas dudas aparecieron en escena, después de una mala salida, que afortunadamente corrigió Morales. Pero minutos después, nada pudo hacer en el primer gol de Stabile, un violento testazo que lo dejó sin opción. E instantes más tarde el mismo Stabile le encajaba el segundo a poca distancia, lo que no le permitió reacción alguna. En apenas 14 minutos Chile perdía 2 x 0, aunque sin mayor responsabilidad de Cortés.
Tras cartón, los argentinos siguieron atacando con furia y Cortez ahogó el 3 x 1 con una atajada de antología, tras una embestida de Ferreira, a la que siguió otra increíble contención a un terrible tiro de Stabile.
En el segundo tiempo, en tanto, Cortés la tuvo bien complicada, a raíz de la lesión del defensor chileno Arturo Torres, quien casi no podía mantenerse en pie. De hecho cada ataque rioplatense lo pillaba mano a mano con Ferrari, Evaristo o Stabile. Salvó hartos goles y también los palos fueron en su ayuda, hasta que fue vencido en una pelota cruzada por Evaristo, que lo dejó algo sorprendido y con cara de culpable (fue el único tanto en el que tuvo algo de responsabilidad). Ya en la parte final del partido Cortés volvió a salvar varios goles inminentes de los transandinos, dejando totalmente en olvido las dudas de ese último gol recibido.
Así acabó la gran aventura de Roberto Cortés en el primer mundial de 1930, esa que lo dejó para siempre en la historia grande del futbol chileno.
Cinco años después, en 1935, se registrarían las últimas actuaciones de Cortés defendiendo el arco chileno, con motivo del Campeonato Sudamericano de Lima. En esa oportunidad la selección perdió con Argentina (4 x 1) y Uruguay ( 2 x1), y ganó a Perú, por la cuenta mínima. HDF/jma





