Alberto Fouilloux, historia de un cruzado de estirpe​

A los tres años su padrino futbolístico, Alberto Buccicardi, lo inscribió como socio del Club Universidad Católica; a los cinco, acompañó a su padre a todos los partidos del Sudamericano de 1945, jugado en Chile (donde nació su admiración profunda por Sergio Livingstone); a los ocho, en su primer colegio, tuvo la suerte de tener como profesor de educación física al gran Luis Tirado, donde nació la motivación de ser futbolista; y a los 12, cuando cursaba estudios en el Colegio San Ignacio, ingresó a la tercera infantil de la UC, iniciando así su carrera deportiva. Como se ve, desde muy niño el fútbol estaba en el ADN del gran Alberto Fouilloux, quien en pocos años se transformaría en la promesa emergente de cuadro cruzado y en figura promisoria de la Roja. . 

Su paso por las series infantiles y juveniles fue tranquilo, pero de mucho aprendizaje, siempre atento al consejo y sugerencia de los mayores. Y sin nunca dejar de lado los estudios, de hecho fue siempre uno de los mejores alumnos de su colegio, algo que repetiría después cuando ingresó a estudiar leyes. El primer gran hito de su carrera futbolística llega en 1958, cuando es convocado a ser parte de la selección juvenil que participaría en el sudamericano de la categoría, a lo que se sumó, poco después, otro llamado para un cuadrangular internacional en Perú, con la selección local, Brasil y Venezuela. Fueron sus primeras actuaciones internacionales, donde pese a no sumar muchos minutos aparecieron algunas luces de su potencial futbolístico. Algo que demostró en el histórico triunfo sobre argentina, en 1959, con motivo de la despedida oficial a Sergio Livingstone. 

En 1960 llegaría su estreno oficial en primera división con la UC. Fue contra Audax Italiano y Tito marcó dos goles en el triunfo cruzado por 5 goles a dos. Un debut soñado, pero que contrastaría con la magra campaña del equipo durante ese año, que terminaría último de la tabla y salvado del descenso sólo porque Magallanes tuvo el peor promedio acumulado. En todo caso, en esos primeros duelos como profesional Fouilloux ratificaría con creces las grandes expectativas que todo el medio tenía de él. Entre sus características de destacaban velocidad, precisión, fortaleza física, visión de juego (siempre estaba bien ubicado) y su potente remate, que tempo después perfeccionaría magistralmente. 

Surgimiento rápido en la UC y la Roja
1961 está marcado, a sangre y fuego, en su hoja de vida en el fútbol, ese año aparece todo su talento y calidad de jugador, la que pone al servicio de su equipo, que logra una histórico título en dramática definición con Universidad de Chile. Durante ese torneo ambas universidades se pelearon el campeonato palmo a palmo, lo que se tradujo en dos dramáticos partidos de definición, a comienzos de 1962. En el último match, ya en las postrimerías de un cerrado encuentro, que estaba empatado a dos, se produjo una falta penal en el área azul. Sorpresivamente Tito agarró la pelota y no la soltó más, no era el asignado para patear, pero se tenía mucha confianza, ya que venía jugando muy bien, Acto seguido, se paró frente al portero René Pacheco y lo fusiló con potente tiro, el que curiosamente pegó en unos de los fierros que sostenían la red, confundiendo a gran parte del público que pensó que el delantero se había perdido el penal. Fue su primera corona con el club que lo vio nacer y la que siempre recordaría por la emoción que tuvo el desenlace de esa final.

Pero ese 1961 también lo vio vistiendo la roja de Fernando Riera. Primero integrando una de las cuatro selecciones que armó el “Tata”, de cara al mundial chileno; después siendo parte de esa histórica gira a Europa, en la cual se enfrentó -sin mucho éxito- a Francia, Alemania, Bélgica, Suiza e Inter de Milán; y finalmente conformando el grupo final que disputó el campeonato del mundo (donde junto a Luis Eyzaguirre, Honorino Landa y Jorge Toro, fueron los convocados más jóvenes). Antes de la cita planetaria Fouilloux se transformó en un personaje de fama nacional por su figura rubia y atlética, que cautivó a las adolescentes. Incluso tuvo su canción, “Tito, mi amor”, que se transformó en todo un suceso en la previa mundialera. 
Ya en e mundial, Alberto Fouilloux estuvo en los dos primeros partidos con Suiza e Italia, donde tuvo una aceptable actuación, de hecho, fue protagonista del segundo gol frente a la azurra. Después de eso Riera no lo volvió a considerar, prefiriendo a jugadores más experimentados, aún cuando su desempeño fue más que correcto. 

La consolidación de un crack
Después del mundial Fouilloux se concentra en la UC, donde se transforma en protagonista de su equipo en casi todos los campeonatos. En tres de los siguientes cuatro torneos (62, 64 y 65) la Católica le pelea el título a la U con sangre sudor y lágrimas y Tito es un estandarte en esas luchas a  muerte con los chunchos. El premio llegaría el 66 cuando al mando de un gran equipo baja una nueva estrella para la UC. Ese fue quizá su mejor año en el fútbol profesional, ya que meses antes del título fue pieza clave en la llegada a semifinales de los cruzados en la Copa Libertadores de América, y luego, fue parte de la selección que disputó el Mundial Inglaterra 1966, donde participó en los dos primeros partidos con Italia y Corea del Sur.
En la última parte de los 60 Alberto ya es un referente absoluto de Universidad Católica, que pelea los títulos 67 y 68 con el “Ballet” azul y los “Panzer” de Wanderers, pero ya en 1969 esa generación cruzada inolvidable experimenta su declinación, siempre a la sombra de la Universidad de Chile más exitosa de todos los tiempos.

Partida de la UC y experiencia europea
En 1970, el mercado de pases del futbol nacional se remeció  como nunca, figuras históricas de los equipos grandes decidieron dejar sus clubes tentados por las cifras millonarias de los traspasos. Francisco “Chamaco” Valdés se movió de Colo Colo a Unión Española, Leonel Sánchez saltó de la U a los albos y Tito Fouilloux sorprendió a todos emigrando de la UC  a Huachipato, por cien millones de pesos, alta cifra para la época. Su paso por el cuadro de Talcahuano revolucionó a toda la zona penquista, aunque finalmente los resultados no fueron los esperados, ya que los siderúrgicos no pudieron clasificar a la liguilla final.
Al año siguiente Alberto decidió volver a Santiago, esta vez para enrolarse en Unión Española, tentado por Nestor Isella, quien estaba armando un gran equipo en la tienda hispana. Con los rojos realiza una gran campaña, pero finalmente terminan segundos, tras el sorprendente campeón, Unión San Felipe.

Ya desligado de la Unión, Fouilloux emprende, a fines de 1972, quizá uno de los capítulos estelares de su carrera de futbolista, al emigrar al Lille Francés, equipo que jugaba en la segunda división gala. El traspaso se facilitó  enormemente, por su doble nacionalidad chileno-francesa, que le permitía jugar en Europa sin ocupar plaza de extranjero. En la primera temporada, tras adaptarse bien a su nuevo club, sufrió una seria lesión que lo tuvo dos meses parado, pero fortuna se recuperó en tiempo récord. Lamentablemente al equipo le faltó un punto para ascender a primera.
Sin embargo, al año siguiente, ya con Ignacio Prieto de compañero, el Lille logró el regreso la serie de honor con grandes actuaciones de Tito, quien fue protagonista de la racha de 28 partidos invictos de su equipo. Según él esa fue la más grande satisfacción que vivió en el fútbol.

Último capítulo, el regreso de la UC a primera 
Después de una temporada regular con el Lille en primera y cuando ya estaba cursando el curso de entrenador en Francia, Fouilloux recibió un llamado desde Chile, específicamente de la Universidad Católica, Los cruzados habían descendido a segunda división a fines de 1973, en una campaña para el olvido, y tras un 1974 también malo (finalizaron sextos en la zona norte del ascenso) enfrentaban su segunda temporada en los “potreros”, lo que tenía sumamente inquietos a los dirigentes. En ese sentido, habían definido como prioridad repatriar a Fouilloux, para que él comandara la “operación retorno” y así terminara, con broche de oro, su destacada carrera en el fútbol. 
Tito no lo pensó dos veces y enfilo rumbo a Chile, para integrarse a su UC querida,. Y pese a que su nombre pesaba en el camarín llegó, como uno más, a ganarse un puesto en el equipo titular. Su presencia en el plantel fue un estímulo más que positivo para el resto de los jugadores y ayudó mucho para que el cuadro católico se uniera y mentalizara en el objetivo de volver a primera. Y así fue no más, la UC hizo una campaña espectacular, estuvo invicta hasta la fecha 20 y Fouilloux aportó con su calidad y talento, junto a otras figuras como Oscar Wirth, Eduardo Bonvallet y Gustavo Moscoso. La tarea se logró a tres fechas de finalizado el torneo, con lo que Alberto cumplió cabalmente con lo que se propuso al venirse de Francia casi un año atrás. 

Ese fue la última escena en la trayectoria como jugador de Tito Fouilloux, pero luego de su retiro, a fines de 1975, siguió siempre ligado a la actividad, primero como entrenador de Huachpato y Colo Colo, entre 1976 y 1978; y posteriormente como comentarista de radio y televisión, por más de 20 años. /HDF