1933, la primera definición en la historia del fútbol chileno​

Faltaba poco para las 17 horas de ese primaveral domingo 5 de noviembre de 1933 y en los Campos Sport de Ñuñoa había más de 4 mil almas que esperaban expectantes la gran final entre Magallanes y Colo Colo, la primera registrada en el marco del fútbol profesional. La verdad es que se esperaban cerca de 7 mil personas en el estadio, pero a raíz de la fuerte epidemia de tifus que afectaba a la capital los organizadores tuvieron que bajar el aforo para este trascendental encuentro. En todo caso era un público no menor, sobre todo porque el fútbol en esa época no era algo masivo y popular, sino una afición de algunos pocos. Además, no gozaba de grandes titulares en los diarios y el eco del juego sólo se limitaba a Santiago, de hecho, en regiones muy pocos estaban al tanto de lo que ocurría ese día en Ñuñoa.  

Ambos equipos llegaban a la crucial instancia con un rendimiento idéntico: 12 puntos en siete partidos y sólo una derrota. Los magallánicos habían perdido con la Unión Española, por tres goles a 2, en la última fecha; mientras que los albos se habían inclinado (3 x1), ante el mismo Magallanes, en la segunda jornada. Sin embargo, eran los “Aguerridos” los favoritos para quedarse con el título, no solo por la solidez institucional, sino porque el equipo era equilibrado en todas sus líneas y ya habían vencido a los colocolinos, lo que los aventajaba en confianza. En ese sentido sería vital el desempeño de jugadores como Ibacache, Vargas, Torres, Avendaño y Carmona. Por su parte, los del cacique sentían la superioridad de su clásico rival, pero también tenían fe en sus posibilidades, sobre todo porque en cancha estarían el arquero Roberto Cortez, Guillermo Saavedra y el goleador Luis Carvallo. 

Como el campeonato había terminado, en su fase regular, el ocho de octubre, ambos equipos tuvieron casi un mes para prepararse bien, de cara a la gran definición. Esto motivó a que ambos aspirantes a la corona se concentraran por varios días, algo inédito en el naciente fútbol chileno. los albos los hicieron en Apoquindo y los albicelestes, en Peñaflor. Es que había mucho en juego, sobre todo por la enconada rivalidad entre ambas escuadras, de hecho habían pasado sólo ocho años desde que un puñado de hombres se había escindido de Magallanes para fundar Colo Colo.

En la cancha se ven los gallos

A la hora señalada, el juez del partido, Carlos Fanta, marcó el inicio del trascendental duelo y los de Magallanes asumieron, de inmediato, el control de las acciones. En pocos minutos se sucedieron llegadas en el arco de Cortéz, sobretodo por parte de un pujante Avendaño. Colo Colo aguantó, a pie firme, esos primeros embates del rival y en la primera que tuvo marcó la diferencia. Fue una falta de coordinación entre Torres y Vargas que aprovechó Luis Carvallo para batir el arco de Ibacache. Iban seis minutos y Colo Colo estaba arriba, ante la incredulidad y sorpresa de los 4 mil espectadores.  

Los “Aguerridos”, fieles a su apodo no se amilanaron con la temprana conquista alba y de ahí en adelante volvieron a someter a su rival, esta vez con un ordenado y vistoso juego. Los réditos se vieron muy pronto, ya que a los 10 minutos de partido Arturo Carmona lograría el empate para los de la carabela. Gol que puso algo de justicia, por lo que se había visto en la cancha. 

El resto de primer tiempo fue un monólogo albiceleste, Magallanes manejó el ritmo del partido y de no ser por la impericia de sus forwads (atacantes) se habrían ido al descanso por varios tantos de ventaja.

Ya en la segunda parte, la situación no varió tanto, Magallanes mostrando su superioridad y Colo Colo atrincherado en su zona aguantando las arremetidas de Carmona y Avendaño, el que presa de los nervios malogró por lo menos tres opciones claras de anotar. En tanto, solo en algunas ocasiones los albos se aventuraron hacia el arco de Ibacache, y cuando lo hicieron, se encontraron con la solvencia de Quintín Vargas y la fiereza del Arturo care´cacho Torres, quien tuvo un duelo aparte con Guillermo Saavedra. Ambos ya venían desde el primer tiempo pegándose encontronazos en la mitad del campo, pero siempre en el limite del juego limpio. 

Bien entrado el segundo tiempo, a los 70 minutos de juego, vino el desequilibrio del partido. En el enésimo intento ofensivo de los “aguerridos” el colocolino Clodomiro Lorca anotó en propia puerta, tras una serie de rebotes en el área del cacique. De alguna manera fue el desenlace lógico de un duelo donde hubo sólo un equipo que fue decididamente en pos de la victoria, con un juego armónico, vistoso y de gran dinámica. Era el boche de oro para una campaña corta, pero que tenía un gran significado para las huestes de la carabela, ya que con ese mismo equipo repetirían la gloria de ser campeones en los dos años siguientes. HDF/JMA