El sueño alcanzó para tres partidos. Luego de una brillante y larga campaña, el debutante Cobreloa se instaló en la gran final de la Copa libertadores, donde le tocó medirse con el poderoso Flamengo, cuadro brasileño que contaba entre sus filas a Zico, en ese entonces, uno de los mejores jugadores del mundo. El partido de idea se disputó el viernes 13 de noviembre, en el Estadio Maracaná, ante 94 mil personas, un escenario grandioso y apremiante para la mayoría de los jugadores chilenos, muchos de los cuales nunca habían jugado ante tanto público.
El imponente marco no fue indiferente para los futbolistas loínos, que se vieron tensos e imprecisos en gran parte del primer tiempo. Ese pánico escénico maniató a los nortinos y no los dejó hacer el juego acostumbrado. Pero más que eso, la pasividad chilena permitió que Flamengo jugara a sus anchas, algo que aprovechó rápidamente, ya que a los 12 una pared de los brasileños en plena área naranja dejó solo a Zico, que con un derechazo venció a Wirth. Fue un verdadero balde de agua fría para los hombres de Cantatore que se veían desorientados y temerosos. Afortunadamente las varias ocasiones de los cariocas no se transformaron en goles, lo que posibilitó una tenue reacción de los mineros, que en los 28 tuvieron la primera opción de gol, en un remate alto de Siviero, que se fue rozando el . travesaño.. Pero un minuto después cayó un brasileño en el área y el árbitro Expósito cobró penal, sanción que Zico transformó en gol. A esa altura se veía negro el panorama, aunque cuando se iba la primera etapa, Mario Soto desvió un cabezazo en plena área chica.
La situación varió en el segundo tiempo y Flamengo pasó de dominador a dominado, gracias al gran repunte del equipo chileno. Es que Cobreloa se hizo dueño del partido, claro que sin la necesaria claridad para transformar el poder ofensivo en goles. Aun así, en los 66 Merello marcó el descuento, luego de una falta penal contra un jugador chileno. El buen juego naranja inquietó al Maracaná, pero en esos momentos faltaron piernas y ganas para cambiar el destino del partido.
Al final del duelo si bien es cierto había amargura por la derrota, también existía una pizca de esperanza, más que nada por el rendimiento del equipo en los segundos 45 minutos. Ahora, se verían las caras en Santiago.
El partido de la esperanza. Es la noche del 20 de noviembre de 1981, el Estadio Nacional hierve con más de 60 mil almas, que están expectantes por lo que pueda hacer Cobreloa en el campo de juego, frente al gran equipo de Flamengo. Se disputa el cotejo de vuelta por la final de la Copa Libertadores y los naranjas están obligados a ganar, para así motivar un tercera finalísima en cancha neutral.
El encuentro comienza con todo, desde el primer minuto, con los loínos dispuestos a mandar en la cancha de Ñuñoa, aunque sea con algo de juego brusco. Hay que imponerse como sea, eso lo sabe Mario Soto, quien le pone un codazo de entrada al hábil Adilson, que lo hace desaparecer por largos minutos, dejándole claro como son las cosas. Mientras tanto, el laborioso Armando Alarcón le respira en el oído a Zico, anulando cualquiera de sus brillantes intentonas. Y un poco más allá el talentoso Junior sufre la marca fiera del “Ligua” Puebla que lo corretea por todos lados. Cobreloa se planta bien en los primeros 45 minutos, juega mejor y de forma inteligente, más que nada porque no deja pensar al rival, con una presión pegajosa y efectiva. Sin embargo, en esa primera etapa los nortinos no llegaron con tanta peligrosidad al arco contrario, lo que encendió las alarmas, ya que había que ganar el encuentro a como diera lugar.
En la segunda etapa los de Calama partieron empujando con todo. Tabilo y Escobar comenzaron a hacer daño por las bandas, en el medio Merello habilitaba con precisión y arriba Siviero se las ingeniaba para molestar con el juego aéreo, acompañado también por Mario Soto, que subía a buscar el cabezazo. La ofensiva naranja se hizo cada más fuerte, lo que se tradujo en cuatro llegadas claras sobre el arco de Raúl, dos que contuvo el portero y otras dos que salvaron providencialmente Mozer y Leandro. El partido estaba ahí para Cobreloa, cuando en el minuto 78 de partido se produjo la jugada clave. El árbitro cobró una clara mano de un jugador de Flamengo a la entrada del área y Víctor Merello se puso frente al balón, ante el nervio de los 60 mil hinchas que alentaban con fuerza al cuadro de Calama. Y vino, no más, el taponazo colocado del 8 loíno que superó la barrera y rozó levemente en Leandro, descolocando al arquero Raúl. La pelota en la malla y todo Chile estalló de alegría, ya que se hacía justicia en el Nacional, se ponía en ventaja el equipo que había jugado mejor.
Tras el tanto de Merello el match se trabó un poco, ya que Flamengo se refugió en su área, para no recibir más goles y Cobreloa pareció conformarse con la mínima ventaja. La tarea estaba hecha, ahora había que esperar la “batalla del Centenario”. Continuará.
El peor registro de la copa. La gran final se jugó el 23 de noviembre en el mítico Estadio Centenario y hay que decir que no fue buena la presentación del equipo chileno. Los mismos jugadores confesaron que entraron entre confiados y apretados al trascendental encuentro, lo que impidió que pudiesen desarrollar su mejor fútbol y a la vez facilitó que el rival tomara las riendas del juego. Más encima la suerte, tan importante en estas instancias, estuvo siempre con los brasileños, prueba de ello es que Flamengo logró la apertura de la cuenta muy rápido (8 minutos), lo que le permitió afrontar el duelo con mayor confianza..Ese gol, que nació de un lateral, fue, en parte, culpa de los hierros defensivos de la zaga loína que nunca pudo despejar el balón, pero también de la fortuna carioca, ya que el balón justo llegó a los pies de Zico, que con su acostumbrada eficiencia en el área batió a Wirth con un letal derechazo. Junto con ello, pocos segundos después Alarcón se fue expulsado por fuerte entrada sobre Andrade, lo que configuró un panorama sombrío en el amanecer del partido.
Cobreloa trató de sacarse la carga de ambas adversidades y comenzó tibiamente a aproximarse al arco de Raúl, fundamentalmente a través de los tiros de media distancia de Olivera. Esta recuperación se notó más, tras la expulsión de Andrade, a los 35 minutos, y también con el cambio de Muñóz por Páez, de muy bajo primer tiempo. Al final del esa primera etapa quedo la sensación de que los naranjas podían hacer algo más.
Los destellos de buen futbol del campeón chileno continuaron al regreso de camarines y se extendieron hasta los 65 minutos. De hecho, la esperanza en el gol del empate se acrecentó luego de las sucesivas intentonas ofensivas de los mineros. Muñóz, Olivera y Jimenez tuvieron sendas ocasiones, pero lamentablemente la pelota no quiso entrar. Pero, sin duda, la más clara estuvo en los pies de Siviero, que fue salvada en la línea por Junior.
luego Flamengo volvió a tomar el control del partido y Cobreloa se vio encerrado en su área, En esos instantes pareció cerca el 2×0, ya que Nunes, Tita y Adilson malograron nítidas opciones de gol. Sin embargo, el que nunca falló fue Zico, quien a los 79 minutos liquido las aspiraciones chilenas. Tras un fulminante ataque carioca Wirth se vio obligado a manotear el balón fuera de su área reglamentaria, lo que el referí sancionó con tiro libre directo. Se puso al frente del balón el 10 de Flamengo, quién con astucia pateó casi al mismo tiempo que el árbitro comenzaba a accionar su pito, lo que pilló descolocado al portero chileno, el que sólo hizo vista a la pelota. Fue un tiro muy colocado, pero que contó con la malicia necesaria del astro brasileño para convertirse en el gol del título.
Después del segundo tanto de Flamengo Cobreloa fue hacia arriba con el amor propio que a esas alturas le quedaba y lo más increíble de todo es que tuvo tres oportunidades muy claras, a través de Siviero, Olivera y Puebla. Pero no hubo caso, podrían haber estado jugando hasta el otro día y no hubiese llegado el gol loíno. La desazón de los jugadores de Cobreloa se convirtió en rabia y enojo en los minutos finales, tras la cobarde reacción de Anselmo sobre Soto que generó un conato de pelea y varias expulsiones. Terminaba así la primera final de Cobreloa, con tristeza, pero con la convicción de haberlo entregado todo.
Proximamente, toda la historia de Cobreloa en la libertadores de 1982.