1951, una gran definición, para un excelente torneo

El torneo profesional de 1951 es recordado como uno de los mejores campeonatos en la historia del fútbol chileno. Partidos de alta calidad, mucha rivalidad y esfuerzo, además de sobrada emoción, tanto en la cancha como en las tribunas, fueron la tónica de una temporada que quedó grabada en la memoria. Y la emotividad se extendió incluso hasta el final con un partido de definición memorable, entre los dos mejores equipos, los que dieron el 100 por ciento en la lucha por el ansiado título.

Los 12 equipos que compitieron en la serie de honor disputaron dos ruedas en la modalidad todos contra todos, tras lo cual clasificaron las seis mejores escuadras: Unión Española, Audax Italiano, Colo Colo, Universidad de Chile, Everton y Santiago Morning. Todos ellos jugaron una tercera rueda o liguilla final, después de lo cual hispanos e itálicos terminaron empatados con 36 puntos. (la Unión tuvo 15 victorias, seis empates y seis derrotas; mientras que Audax acabó con 16 triunfos, cuatro paridades y siete caídas).. Así las cosas, como ambos equipos estaban igualados en puntos correspondía  jugar -según las bases del torneo- un partido de definición, el que se fijó para la tarde.noche del 13 de diciembre de 1951, en el Estadio Nacional.

Un duelo entre dos titanes

La gran definición del torneo 51 la disputaron dos fuerzas muy parejas, pero también conformadas de manera distinta. La Unión venía con el envión de la definición perdida a principios de ese año, ante Everton (con un amargo gol en contra, en tiempo extra), tras lo cual volvió a posicionarse como uno de los mas serios candidatos al título. En su formación se combinaba experiencia y juventud con nombres como Hernán e Isaac Fernandez, Atilio Cremashi (dos de los cuales habían sido parte de la primera corona en 1943). En el medio terreno se incorpora a poco andar una de las grandes revelaciones, el joven penquista Raúl Cárcamo, que sería vital en la campaña. A lo que habría que agregar dos atacantes de lujo como Pedro Hugo López y Mario Lorca. En resumen, los rojos de Santa Laura eran un cuadro equilibrado, difícil de doblegar para cualquiera y que tenía sangre en el ojo, tras la dura derrota que había sufrido once meses atrás..
En el bando contrario, en cambio, la campaña de los verdes de calle Lira había sido toda una apuesta. Tras salir quintos en el torneo 1950, la dirigencia itálica tomó. drásticas desiciones, pero que a la larga traerían excelentes dividendos. Una de las más radicales fue prescindir de todos los jugadores extranjeros (se desvinculó a Andere, Giorgi y Rinaldi) y darle la oportunidad a jóvenes promesas provenientes de las provincias (Arica, Antofagasta, La Serena, Concepción y Talcahuano).. El promedio de edad del equipo bajó a 21 años, siendo Chirinos, Cortez y Yori los más veteranos. Por suerte la chilenización del equipo dio rápidos frutos y el equipo se fue haciendo cada vez más fuerte gracias al aporte de la patrulla juvenil compuesta, entre otros, por Bello, Espinoza, Vera, Tello y Carrasco.

Batalla nocturna en el Nacional

La noche de la gran final un atestado Estadio Nacional, con más de 50 mil fanáticos, esperaba con ansias el esperado duelo definitorio entre hispanos e itálicos, Los hinchas disfrutaban del “ricafe”, del maní confitado y de algún sanguche de potito, para así amenizar esa agradable jornada vespertina de diciembre. De pronto, hicieron ingreso los equipos y de la galería retumbó el infaltable aplauso y grito enfervorizado de las respectivas barras. Todo estaba listo y dispuesto, ahora había que disfrutar del buen fútbol. 

Ya en los primeros minutos se notó la presión ambiente en ambos equipos, ya que el juego no fluía de manera armónica y grata para el píublico. El nervio, la pierna fuere y la ansiedad se tomaron la cancha ñuñoína, es que había demasiado en disputa. En esa primera parte de estudio táctico y tensión fue la Unión la que marcó alguna diferencia, se le veía más sintomizado al equipo rojp y con mayor conexión entre sus líneas. Por eso no extrañó que el meta audino Chirinos tuviese más trabajo que su colega producto de llegadas sucesivas y algunos remates al arco, sobre todo el de Cárcamo que el golero verde salvó providencialmente manoteando la pelota al corner. 

Cuando el árbitro pitó el término de la primera parte, con el marcador en blano, no había duda alguna, la Unión Española había merecido mejor suerte. Se observaba más entero a los hispanos liderados por baluartes como Isaac Fernández y Atilio Cremashi. Al frente, en cambio reinaba el nerviosismo y la ansiedad, principalmente en su delantero estrella, Carlos Tello. 

Reiniciadas las acciones pareciíó que la charla en el camarín itálico fue con harto café cargado, ya que los de calle Lira entraron virados. Ramiro Cortéz se hizo notar en la retaguardia, Sergio Espinoza tomó las riendas del medio terreno y Tello comenzó a incendiar el área roja. En resumen, en el Audax se aordaron que jugaban la final y que debían meter todo la carne en la parilla. A esa altura el duelo se hizo de ida y vuelta, en un miniuto se salvaba el arco hispano y tras cartón casi caía el gol en la valla de Chirinos., lo que encendió las emociones en el público del estadio. Quiza la ocasión más clara de ese rato fue la notable intervención del arquero Fernandez, que desvió con la punta de los dedos un terrible zapatazo de Tello.

Era tan parejo el partido entre verdes y rojos que era muy probable que algo impensado terminara por marcar la diferencia. Y así no mas fue, la defensa hispana comenzó jugando desde el fondo, vino un pase largo por la derecha, y Lorca habilitó a Cremashi,  quien se fue sólo en demanda del arco. Fueron segundos en que la defensa itálica quedó comp paralizada en el tiempo y Bello desesperado derribó al delantero de la Unión, antes que este convirtiera. No hubo duda alguna en el árbitro Crawford, quien señaló el punto penal, ante la desazón y desconsuelo de los jugadores verdes, quienes, además, vieron como Bello se iba expulsado. Pocos minutos después la falta fue transformada en gol por Lorca, quien desató la euforia de los hinchas de la Unión, que ya acariciaban la segunda estrella.

Tra el gol el partido se enfrió, ya que la paridad en el juego pasó a ser historia, de hecho los jugadores rojos sólo se preocuparon de tener la pelota entre ellos esperando que avanzara el reloj. No hubo más incidencias en los arcos, lo que hizo que el final del partido perdiera buena parte de emoción y suspenso. El pitazo final premió el equipo más experimentado,, el que ,menos falló.  Unión Campeón 1951!!!!!!
HDF /Croata
Fotos: Revista Estadio